Las capas son una característica distintiva de las túnicas de nazareno en la Semana Santa de Sevilla, y su inclusión en el atuendo procesional tiene raíces históricas que se remontan varios siglos atrás. La adición de capas a las túnicas de nazareno en Sevilla puede atribuirse a una combinación de factores culturales, prácticos y simbólicos que se desarrollaron a lo largo del tiempo.
La introducción de las capas puede entenderse en el contexto de la evolución de la indumentaria procesional en general. Durante la Edad Media, las procesiones religiosas en Sevilla y otras partes de España comenzaron a adoptar un formato más organizado y ritualizado. En este contexto, las túnicas de nazareno, inicialmente diseñadas para cubrir completamente el cuerpo del penitente, se fueron enriqueciendo con elementos adicionales, como capas, para aumentar su solemnidad y significado simbólico.
Desde un punto de vista práctico, las capas proporcionaban a los nazarenos una capa adicional de protección contra los elementos durante las procesiones, que a menudo tenían lugar al aire libre y en condiciones climáticas variables. En una ciudad como Sevilla, con posibles lluvias repentinas o cambios bruscos de temperatura durante la Semana Santa, las capas eran especialmente útiles para mantener a los participantes secos y abrigados.
Además de su función práctica, las capas también adquirieron un significado simbólico profundo en el contexto de la religiosidad popular. En la iconografía cristiana, la capa a menudo se asocia con la protección y la cobertura divina. Al cubrir a los nazarenos con estas capas durante las procesiones, se refuerza la idea de que están “bajo la gracia y la bendición deDios” mientras realizan su acto de penitencia y devoción.
El momento específico en el que las capas se incorporaron a las túnicas de nazareno en Sevilla no se puede precisar con exactitud, ya que su evolución fue gradual a lo largo de los siglos. Se puede inferir que esta práctica se desarrolló a medida que la Semana Santa se consolidaba como una celebración religiosa y cultural en la ciudad, probablemente durante los siglos XVI y XVII, cuando las procesiones alcanzaron su forma más reconocible y organizada.
Las primeras hermandades cuyos nazarenos comenzaron a utilizar los capirotes fueron la Hiniesta y el Silencio, en ese marco del siglo XVI. Una Real Cédula de 1777 prohibía que los penitentes se tapasen el rostro en el transcurso de la procesión.
Ese dictamen fue de cumplimiento obligatorio en Sevilla por las autoridades eclesiásticas y civiles, aunque hicieron la vista gorda y permitieron alguna concesión.
Tras el Trienio liberal, las cofradías de la capital hispalense estuvieron algunos años sin salir. Pero a su vuelta, algunas como el Silencio, Gran Poder o el Amor consiguieron la autorización perceptiva para que sus nazarenos pudiesen realizar la estación penitencial con el antifaz puesto. Por tanto, poco tiempo después quedaron autorizadas el resto de hermandades para que sus nazarenos pudiesen llevar la cara tapada con el antifaz.
Esa medida alcanzó tanta vigencia en su momento que a inicios del pasado siglo XX, los nazarenos de algunos pueblos de Sevilla, como Marchena o Los Palacios, llevaban aún la cara descubierta.
Las túnicas de nazareno de la Hermandad de la Quinta Angustia de Sevilla son una parte integral de la Semana Santa sevillana, una celebración de profundo significado religioso y cultural. Estas túnicas no solo son prendas de vestir, sino que también encarnan siglos de tradición y devoción. A lo largo de la historia, han evolucionado tanto en su diseño como en su importancia dentro de la hermandad y la comunidad.
La Hermandad de la Quinta Angustia, fundada en el siglo XVI, es una de las más antiguas de Sevilla y su nombre hace referencia al pasaje bíblico de la Quinta Angustia de la Virgen María, en el que se relata su sufrimiento durante la crucifixión de Jesús. Desde sus inicios, la hermandad ha mantenido viva la tradición de la Semana Santa, participando activamente en los desfiles procesionales que tienen lugar durante esa época del año.
Las túnicas de nazareno, más allá de ser simples vestimentas, como se ha hecho hincapié anteriormente, son portadoras de una carga simbólica y emocional profundamente arraigada en la identidad de la Semana Santa sevillana. En el contexto de la Hermandad de la Quinta Angustia, estas túnicas adquieren un significado particular en relación con la devoción a la Virgen María y la contemplación del sufrimiento de Cristo.
Desde el punto de vista histórico, las túnicas de nazareno tienen sus raíces en las prácticas de penitencia de la España medieval. Durante siglos, los fieles buscaban expiar sus pecados mediante actos de sacrificio y arrepentimiento, y participar en procesiones religiosas era una forma común de llevar a cabo esta penitencia. Las túnicas de nazareno, con su diseño que cubre completamente el cuerpo y el rostro del penitente, simbolizan este acto de humildad y contrición ante Dios y la comunidad.
Además, en el contexto específico de la Hermandad de la Quinta Angustia, el color y el diseño de las túnicas pueden tener un simbolismo adicional.
Años después, se deja atrás la mentalidad del luto y la confesión propia del Jueves Santo y se empieza a considerar el Viernes Santo un día de manifiesto de fe, donde introducen la capa como un momento clave de esplendor de la capa española.
El historiador José de León apunta que “las cofradías apostaron por arriesgar en la indumentaria en una época de esplendor y refinamiento. La Hermandad de la Quinta Angustia tenía hermanos muy poderosos de la ciudad en su congregación y optan desde el año 1856 por incorporar una capa de color crema, en alusión a la orden carmelita de la Hermandad, pero dura muy poco tiempo porque da señales del refinamiento estético en el que se movían las hermandades en el siglo XIX”
Según el boletín Quinta Angustia de la Hermandad, se puede saber que se incluyó también el anagrama JHS en rojo y sobre el antifaz el escudo bordado del corazón con los siete cuchillos, la túnica de color morado con escapulario y cíngulo del mismo color con borlas, guantes negros, calcetín blanco y zapato negro con hebillas, estrenándose la nueva túnica el día 9 de abril del año 1857, en el que estrenarían por primera vez las medallas de los hermanos además de recibir el título de Pontificia.
Con la introducción del color morado se convierte en un elemento de distinción, ya no como luto por el Jueves Santo si no como una señal de importancia que tiene la jornada el Viernes Santo, como un manifiesto de la fe y de apoyo al catolicismo, con incluso tintes caballerescos.
“La capa refuerza el carácter de defensa del catolicismo que tiene la Semana Santa” añade De León.
Se creó así el concepto de “Hermandad de capa” al convertirse en la primera Hermandad de Capa y dando un nuevo sentido estético en los cortejos.
Tres años después en 1861 la Carretería la incorpora a la túnica de los nazarenos que era de lana de merino negra. Y ocho años más tarde será Montesión quien apruebe incorporar la capa negra de hábito de los Dominicos, según hace referencia el Boletín Quinta Angustia de la Hermandad.
El morado oscuro o el negro, como ya se ha mencionado, son tonos comunes en las túnicas de esta Hermandad, evocan solemnidad y luto, reflejando la tristeza y el dolor asociados con la Pasión de Cristo y la angustia de la Virgen María en su Quinta Angustia.
En términos de arte y artesanía, las túnicas de nazareno son verdaderas obras maestras. Los bordados que adornan estas prendas son el resultado de una meticulosa labor realizada por hábiles artesanos que han perfeccionado sus técnicas a lo largo de generaciones. Cada detalle, desde los patrones geométricos hasta los motivos religiosos, contribuye a la belleza y el esplendor de las túnicas, convirtiéndolas en piezas de arte viviente que cautivan a quienes las contemplan.
Las túnicas de nazareno que visten los miembros de la Hermandad durante las procesiones son de un color característico que varía según la cofradía, en este caso, suelen ser de un tono morado oscuro o negro. Estas túnicas están diseñadas para cubrir por completo el cuerpo del nazareno, dejando solo el rostro al descubierto, y suelen ir acompañadas de capirotes puntiagudos que añaden solemnidad a la figura del penitente.
La importancia histórica de estas túnicas radica en su papel como símbolo de penitencia y devoción. Durante siglos, los nazarenos han desfilado por las calles de Sevilla llevando estas túnicas como una muestra pública de su fe y arrepentimiento.
Este acto de penitencia se remonta a la Edad Media, cuando los fieles buscaban expiar sus pecados mediante la participación en procesiones religiosas.
Ya en 1888, Juan Manuel Rodríguez Ojeda, en su aportación a la Hermandad de la Macarena, recoge pinceladas de esa moda de la capa española y su influencia del siglo XIX con la ilustración y la capa se reivindica como símbolo nacional de elegancia social. De León apunta que Rodríguez Ojeda “eleva la categoría de la Hermandad de la Macarena; hermandad de hortelanos, dignificándola introduciendo la capa en la reforma de la indumentaria de los macarenos, siendo un boom entre 1900 y 1908, convirtiéndose en referencia entre el resto de Hermandades, como símbolo de hermandades de barrio, que mantienen hoy en día”
Además de su significado religioso, las túnicas de nazareno también tienen un importante valor cultural y artístico. A lo largo de los años, han sido objeto de cuidadosos diseños y elaboraciones, confeccionadas con tejidos de alta calidad y adornadas con bordados y encajes elaborados. Estas prendas son el resultado del trabajo artesanal de numerosas generaciones de costureras y bordadores, cuyas habilidades se transmiten de padres a hijos en un proceso de aprendizaje continuo.
También es preciso puntualizar sobre la historia de las capas de las túnicas de nazareno de la Hermandad de la Quinta Angustia de Sevilla, estrechamente relacionada con la Hermandad de Montesión y los Duques de Montpensier. Estos elementos entrelazados contribuyen a la riqueza histórica y cultural de la Semana Santa sevillana.
La Hermandad de Montesión, fundada en el siglo XVI, es una de las más antiguas y veneradas de Sevilla. Su nombre se refiere a la advocación de Nuestro Padre Jesús Nazareno de la Misericordia y María Santísima de la Concepción. A lo largo de los siglos, la Hermandad de Montesión ha mantenido una estrecha relación con la realeza española, especialmente con los Duques de Montpensier.
Los Duques de Montpensier, miembros de la familia real española, fueron grandes benefactores y protectores de la Hermandad de Montesión durante el siglo XIX. Esta relación se fortaleció aún más cuando el Duque de Montpensier, Antonio María de Orleans, se casó con la Infanta Luisa Fernanda de Borbón, hermana de la Reina Isabel II de España.
La conexión entre la Hermandad de Montesión y los Duques de Montpensier también influyó en la Hermandad de la Quinta Angustia. A lo largo de los años, la Hermandad de la Quinta Angustia estableció lazos estrechos con la Hermandad de Montesión y recibió el patrocinio y apoyo de los Duques de Montpensier.
En cuanto a las capas de las túnicas de nazareno de la Hermandad de la Quinta Angustia, es probable que hayan sido influenciadas por la tradición establecida por la Hermandad de Montesión y su relación con los Duques de Montpensier, pues estas capas además de proteger a los nazarenos están cargadas de simbología religiosa y la imaginería sevillana. “Las túnicas se desplegaban el Jueves Santo como símbolo de respeto y de luto, como simbología de los pecados y con la muerte de Cristo como señal de confesión de los pecados en esa penitencia” apunta José de León.
En la actualidad, las túnicas de nazareno de la Hermandad de la Quinta Angustia continúan siendo un elemento distintivo de la Semana Santa sevillana. Cada año, miles de personas se congregan en las calles de la ciudad para presenciar las procesiones y admirar la belleza de estas prendas, que representan no sólo la devoción de los fieles, sino también la rica historia y tradición de Sevilla.
Texto: Carlota Hortelano
Fotos: Archivo Hermandad Quinta Angustia