Y como si de un sueño se tratase, en Sevilla despierta una nueva Primavera. Traída entre marchas y lluvia, va dejando ese poso de nieve perfumada, de azahar rebosante que inunda las calles.
El final de marzo dejaba una semana de Pasión en la que, recordando aquella primera vez en el Calvario, los aguaceros lloraban la muerte del Salvador. Sin embargo, ese llorón final de marzo también trae la promesa de un abril en el que los pétalos que no tiñeron los palios marianos serán las flamencas que pisen de nuevo el albero del real. Serán el sonido de las guitarras y de las voces que canten por sevillanas nuestra esencia primaveral.
Pese a todo y a todos, es de justicia detenerse y hacer mención a esa parte tan imprescindible de nuestro yo: la esencia flamenca, la de su traje, la de sus mujeres.Casi de casualidad, servidor que escribe, se encuentra con una chica, Esperanza Molina(nombre idóneo donde los haya), joven, emprendedora, que al verla sabe que encarna perfectamente esa esencia tan sevillana y tan del sur. La joven diseñadora y su marca Zephyritis son los motivos que inspiran estas líneas.
Volviendo a las líneas iniciales, es justo hacer una reivindicación (otra más) del traje de flamenca como signo de carácter, de identidad, de lo que somos y celebramos. Los volantes, el color, el mantón, las flores, los zapatos, los bailes son una repetición constante, viciosa y ambiciosa de la Primavera. Nuestro yo más sincero es eso: Primavera, con sus olores y con sus sabores, es la alegría del momento, la luna que se tiñe de farolillos, el agua que se tinta de manzanilla caída en una copa de fino. La primavera es el amor personificado en los asientos de un coche de caballos, es el que se viste de corto, la amazona radiante que atraviesta la portada. Es el que mira de reojo haciendo los careos al compás de una guitarra. Es el vivir y sentirnos vivos.
No son solo unas ferias, o un atuendo, o una música, es una personalidad, un “no sé qué que qué se yo” que te recorre el alma cuando un domingo de farolillos se abren las puertas de la Maestranza. La Primavera en Andalucía, en Sevilla, es la alegría de reencontrarte con los tuyos de olvidarte del mundanal ruido y absatraerte en un mundo paralelo al final de Asunción.
Y qué cosas tendrá Sevilla, tan mariana, que es la calle Asunción la que conduce a su fiesta. La casualidad de ver la fiesta en toda una ciudad, la paradoja de ver la ciudad en una sola persona, en una Esperanza, en un traje de flamenca. Qué cosas tendrá Sevilla. Sevilla no es Andalucía, pero ambas son una mujer, la que se viste de flamenca cuando son pétalos las agujas del reloj, una Esperanza de vivir una eterna Primavera.
Texto: Enrique Galán Gómez