13 Mar, 2024 | Blog

La tradición de los «Armaos» tiene sus raíces en el siglo XVII, específicamente entre los años 1653 y 1657, cuando estos personajes, ataviados al estilo milanesa y armados con armas alquiladas por la Hermandad en los almacenes concejiles de Triana y la Alhóndiga, se hacían presentes. Sin embargo, esta imagen no encajaba con los cánones del siglo XVIII, y los «Armaos» desaparecieron, al igual que la propia Hermandad de la Esperanza, que estaba firmemente identificada con el barroquismo y se oponía a los principios de la Ilustración.
Con la llegada del Romanticismo, la Hermandad recuperó su esencia, y los cofrades macarenos, tras normalizar la Estación de Penitencia, revivieron la tradición al restaurar la centuria para acompañar el paso del Señor de la Sentencia.

El primer intento de reformar la Centuria fue obra de Juan Manuel, quien logró algunos cambios, aunque de menor grado en comparación con lo que vendría después. A partir de 1915, una nueva etapa comenzó para la Centuria, impulsada por la financiación del Mayordomo de la Esperanza, Don José Jiménez Moles, para el arreglo del vestuario y con las aportaciones económicas de Joselito “El Gallo” en 1914.
A finales de la década de los 50, Jesús Domínguez diseñó la vestimenta procesional de la Centuria, inspirándose en la indumentaria de Capitán, Teniente y Alférez creada por Juan Manuel Rodríguez Ojeda en 1915. Esta nueva vestimenta, conocida como “de escamas”, reemplazó a la anterior “de costilla” e introdujo diversas innovaciones, como correas de cuero rematadas con cabezas de león de plata, que colgaban del borde inferior de las corazas.
En la actualidad, el capitán de la Centuria es Fernando Vaz, quien ha señalado que “es indudable que la Centuria, dentro y fuera de la Hermandad, tiene unas características muy acusadas: los Armaos de la Macarena significan la unión con el barrio, la alegría de la Hermandad, la devoción íntima por la Virgen del Rosario, la más verdadera por el Señor de la Sentencia y el amor más absoluto por la Virgen de la Esperanza. Todo lo que pueda hablarse «en macareno» queda resumido en su estampa tan singular”.
Para él, ser Armao es, ante todo, un altísimo honor: “hay muchas formas de manifestarse como macareno, pero como vestirse y saberse Armao de la Macarena, pienso que ninguna. Aquí uno se siente ciertamente macareno, pero en plenitud”.

Según el capitán, para llegar a ser Armao hay que comprometerse con la Hermandad “teniendo claro cuáles son sus fines y sus valores, así como lo que significa la Centuria y su tradición. Y con muchas dosis de ilusión y otro tanto de paciencia. Antes que un buen Armao, hay que ser buen macareno, eso desde luego. Sin lo segundo, al menos en mi forma de sentir, no se puede llegar a lo primero”
La Centuria de hoy día está absolutamente integrada en la Hermandad, en su día a día, y contribuye con mucho tesón al cumplimiento de sus fines. Es un instrumento más al servicio de la Institución, o así nos sentimos con total entrega. Y para Sevilla, según ha señalado Vaz, “somos, antes que nada, alegría. La gente reacciona con el gesto iluminado cuando ve desfilar a los Armaos. Me da la impresión de que todo el mundo, de alguna manera, vuelve a sentirse el niño que fue cuando se encuentra con nosotros, y eso es una sensación maravillosa para la Centuria. Nos hace muy felices. Es una buena forma de anunciar la bendita Esperanza que viene detrás”
Al hablar de la Madrugá, Vaz cuenta que la jornada para parte de la Centuria empieza bien temprano. A las ocho de la mañana un grupo de voluntarios está citado en la Basílica para realizar la Guardia de Honor, que dura hasta las dos y media de la tarde.
Después, en torno a las seis, arranca el recorrido con la recogida del Teniente y del Capitán. Dejando a un lado la difícil y emotiva visita al Hospital, que para ellos es “punto y aparte”, luego continúan con el recorrido visitando las Hermandades e Instituciones que nos son más tradicionales: Hermandad de la Resurrección, Hermandad de los Gitanos, Convento de Santa Ángela, Mercado de la Encarnación, Ateneo y Hermandad del Gran Poder. Seguidamente, se incorporan tras el paso de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia para realizar la Estación de Penitencia. Así hasta que llega ese regalo del Cielo que es la Virgen de la Esperanza.
Para Fernando Vaz, el Señor de la Sentencia es su devoción más auténtica, la que nació en sus adentros cuando era niño. Es la imagen a la que le reza, a la que le cuenta sus avatares, sus alegrías, y a la que le pide perdón por sus miserias. “Mi Fe y mi vida entera están en Él”.
Para finalizar, ha añadido que “hace muchos años que entendí que la Virgen de la Esperanza, sencillamente, no es de este mundo, y por eso tengo la impresión de que me saca de él cada vez que entro en la Basílica y la miro. Ella está allí, en su camarín, pero bastante más arriba que nosotros, mucho más de lo que podamos alcanzar. A veces, baja y se acerca, como en el Besamanos de diciembre o cuando la suben al paso. Pero lo que está claro es que Ella es la mismísima Puerta del Cielo, la que cuando llegue el momento me abrirá la Gloria definitiva y la que me permitirá darle otro beso a mi padre, que fue quien me enseñó a quererla y es quien me está esperando tras su manto. Esto, exactamente, es para mí la Virgen de la Esperanza”.

Texto: Fernando Copete
Fotos: Alejandro Cantón – Hdad. de la Macarena

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